Un declarado amante de los viajes y de la cocina, Adolfo Pedreros, exalumno de Administración de Artes Culinarias y Servicios, conversó con nosotros para contarnos su vida una vez finalizada su etapa como estudiante Culinary.
Adolfo desde su adolescencia advirtió su cariño por la cocina; sin embargo, y después de una buena Prueba de Selección Universitaria (PSU), decidió optar por una carrera profesional tradicional.
“En ese tiempo, pensaba que estudiar Ingeniería Comercial, me iba a entregar las herramientas necesarias para entrar en un futuro al mundo de la gastronomía. Sin embargo, y después de un año me di cuenta que no había sido inteligente hacer esto, que lo mejor era irse directo a estudiar Administración de Artes Culinarias y Servicios porque me entregaba las herramientas para realizar lo que quería”.
Entre risas recuerda que llegó a estudiar “la carrera más convencional que puede existir. En todo el tiempo que estuve en la otra carrera, nunca me vi ejerciéndola. Soy una persona súper inquieta que prefiere estar haciendo cosas, y algo que calzó con mis intereses, fue la cocina”.
De su paso por la institución recuerda que, “había un buen ambiente. Lo relacionado a infraestructura y talleres, siempre fue impecable. Estaba la maquinaria necesaria para aprender y practicar de todo”. Su elección por el plantel vino de la mano de un conocido que estudiaba en Culinary; además de reconocer que la malla curricular “era más completa”.
Su experiencia en Chile y el extranjero
Enfrentar una pasantía puede marcar un antes y un después en la elección profesional. Adolfo, al igual que muchos exalumnos enfrentó tres procesos diferentes durante su formación académica. Su primera práctica la realizó en el Hotel Radisson de Viña del Mar. “Los primeros días fueron de labores sencillas, después de un par de semanas pasé al cuarto frío y terminé en la cocina propiamente tal”.
Decidido a seguir sumando experiencia, Adolfo cruzó el Océano Atlántico y aterrizó en el viejo continente. “Me fui a España por un contacto que tenía diferentes restaurantes con la alternativa de ir rotando. Empecé en un restaurant de cocina internacional en el aeropuerto de Madrid, después en un restaurant de un hotel y terminé en un negocio de sushi japonés”.
“Siempre me gustó viajar y conocer. Cuando estás afuera te siente en “otra”, vas a trabajar y después cuando sales, tiene mucho que seguir aprendiendo. Al final, en todos lados se come y se cocina”.
Su última experiencia la realizó en Santiago, en el “Mare e Terra”, donde sus labores estuvieron enfocadas en el apoyo administrativo del local.
La primera plaza
Una vez finalizados sus estudios superiores, Adolfo, tomó sus maletas nuevamente y decidió recorrer cientos de kilómetros para aterrizar en Australia. “Estuve un año, donde tuve la posibilidad de estudiar inglés. Pensaba quedarme para estudiar sobre huertos; sin embargo, me llamaron de Chile y me ofrecieron la oportunidad de ser chef para la apertura de un local de hamburguesas, Boston Burger. Me vine, y estuve los tres primeros meses como chef y administrador del local”.
“Después de un tiempo, se decidió hacer franquicia y se abrieron tres locales más. Me vi complicado con la expansión porque creía que aún faltaban cosas por hacer y seguir creando. Sin embargo, después de un año la empresa decidió cerrar los Boston Burger, y dedicarse a las franquicias”.
Su nuevo periplo por el extranjero
Su viaje por Australia rindió sus frutos. El periplo realizado por la tierra de canguros y koalas, lo hicieron conocer a un matrimonio dueño de dos restaurantes en Francia. “Hace un tiempo me contactaron y me ofrecieron la oportunidad de viajar a Francia”.
Adolfo se encuentra ad portas de volver a cruzar la frontera con destino a Francia, donde tendrá la oportunidad de trabajar en los restaurantes del matrimonio que conoció en su travesía por Australia.
La elección por carreras no tradicionales
Pedrero no se arrepiente de haber optado por una carrera no tradicional. “La cocina es gratificante a pesar de ser muy exigente. Te lo dicen del día uno, pero tiene muchas retribuciones y es entretenida. Es la vida de uno, un estilo más intenso que el convencional”.
“Cada vez que voy a trabajar me acompaña una sonrisa. Sales cansado, pero a la vez feliz de saber que todo el trabajo salió bien y los clientes se fueron igual de contentos que uno”.
Adolfo nos entrega una última reflexión sobre su labor como cocinero. “Cuando haces lo que te gusta, nunca tendrás que trabajar; y es algo que se aplica mucho a esta carrera”.